Pocas cosas son tan atractivas como lo intermitente.

Aquí de repente, todo sonrisas, halagos y atención, para desvanecerse sin dejar rastros al día siguiente.

Es en este punto cuando los dos han aprendido su baile singular de poder y control. Esta es una danza, que al igual que el tango, siempre se baila de a dos

Este tipo de comportamiento representa el anzuelo perfecto de las relaciones tóxicas.

Los apegos no sanos se fortalecen a través del refuerzo intermitente, es decir, ciclos regulares de premios y castigos como manifestaciones intensas de “amor” (premio) seguidas de algún tipo de comportamiento abusivo o de rechazo (castigo).

Desde una perspectiva neuroquímica, cuando este ciclo es experimentado, el cerebro recibe una potente dosis de oxitocina y dopamina, dos sustancias químicas que facilitan el apego y la unión potencialmente enganchándonos con un poder similar a un narcótico.

Si alguna vez has estado en una relación tóxica, conoces este ciclo muy bien. Estas relaciones se basan en un “tira y afloje” constante, un ciclo enloquecedor de subidas vertiginosas y caídas dramáticas.

A menudo, las personas con las que formamos este tipo de apegos se presentan inicialmente como alguien que ha sido herido o está sufriendo, alguien a quien podemos “arreglar” a fuerza de nuestro amor.

Por desgracia, lo que comienza como una relación con un equilibrio de poder aparentemente a favor nuestro, rápidamente se da vuelta, convirtiéndose en todo lo contrario.

De pronto, y casi sin darte cuenta, estarás vertiendo cantidades desproporcionadas de esfuerzo, afecto y apoyo (emocional y a veces hasta económico) para recibir poco o nada a cambio.

Eventualmente comenzarás a bajar la guardia. Tus límites empezarán a ser trasgredidos, tus expectativas y deseos dejados de lado. Tu sentido de la identidad comenzará a desvanecerse, tu autonomía se verá comprometida.

Las alarmas de tu instinto empezarán a sonar, pero a estas alturas, es posible que ya hayas caído en la trampa.

Como una mosca en una tela de araña, te hallarás reacia a moverte e incapaz de dejar esta relación atrás.

Es en este punto cuando los dos han aprendido su baile singular de poder y control. Esta es una danza, que al igual que el tango, siempre se baila de a dos.

Como bailarines expertos, ambos ejecutarán la coreografía a la perfección, una y otra vez, hasta alguien resulte gravemente herido, hasta que alguien ya no pueda soportar el dolor.

Esta es la triste realidad de las relaciones tóxicas.

Si estás pasando por una experiencia similar, quiero que sepas que no estás sol@. El camino para trascender este tipo de relaciones es arduo, pero no imposible. La clave esta en el trabajo interno y la voluntad firme de querer algo mejor para nuestra vida.