Nuestras experiencias de la infancia pueden tener un impacto profundo en nuestras relaciones y nuestro bienestar emocional. Si hemos experimentado traumas, ya sea con “T” grande o “t” pequeña, es posible que hayamos desarrollado patrones de comportamiento y creencias negativas que pueden afectar nuestras relaciones en la edad adulta.
Afortunadamente, hay herramientas y técnicas que pueden ayudarnos a sanar nuestras heridas de la infancia y construir relaciones más saludables y satisfactorias. Aquí hay seis secciones con ejercicios que pueden ayudarte en este proceso:
1. Reconocer nuestras heridas
Reconocer nuestras heridas de la infancia puede ser un proceso desafiante pero necesario para nuestra sanación emocional. A veces, estas heridas pueden ser difíciles de identificar, ya que a menudo se manifiestan en patrones de comportamiento o pensamientos que consideramos normales.
Para reconocer nuestras heridas de la infancia, podemos comenzar por reflexionar sobre nuestra infancia y nuestras experiencias emocionales. Podemos preguntarnos si hubo momentos en los que nos sentimos abandonados, rechazados, inseguros o inadecuados. También podemos considerar si hubo momentos en los que nos sentimos maltratados, no vistos o menospreciados.
Otra forma de reconocer nuestras heridas de la infancia es observar nuestros patrones de comportamiento y pensamiento en nuestra vida adulta. ¿Hay patrones que se repiten en nuestras relaciones, como el miedo al abandono o la dificultad para confiar en los demás? ¿Tenemos creencias limitantes sobre nosotros mismos y el mundo que pueden estar relacionadas con nuestras experiencias de la infancia?
Trabajar con un terapeuta o un coach también puede ser útil para identificar nuestras heridas de la infancia. Un profesional capacitado puede ayudarnos a explorar nuestros patrones emocionales y a identificar las experiencias de la infancia que pueden estar influyendo en nuestra vida adulta.
Si no recordamos nuestra infancia o sentimos que no tenemos acceso a nuestros recuerdos de la infancia, es posible que podamos trabajar con sensaciones, contexto familiar, y con nuestros sentimientos y patrones de comportamiento actuales para descubrir más sobre nuestras heridas emocionales. Hablar con un terapeuta puede ser una forma útil de explorar nuestras emociones y patrones de comportamiento actuales para comprender mejor nuestras necesidades emocionales y aprender a sanar.
2. Gestionar las emociones difíciles
Las emociones difíciles como la ira, el dolor y la tristeza pueden surgir durante el proceso de sanación emocional. Es importante aprender a manejar estas emociones de manera efectiva para evitar que afecten nuestras relaciones. Un ejercicio de mindfulness que puede ayudarnos a gestionar nuestras emociones difíciles es:
- Tomar unos minutos cada día para meditar o practicar la atención plena.
- Observar nuestras emociones sin juzgarlas y permitir que se muevan a través de nosotros.
- Respirar profundamente y centrarnos en el momento presente para reducir la intensidad de nuestras emociones.
3. Practicar la autocompasión
La autocompasión es una forma importante de cuidado personal que nos ayuda a sanar nuestras heridas emocionales. Al practicar la autocompasión, podemos aprender a aceptarnos a nosotros mismos y a nuestras emociones, y a tratarlos con amabilidad y compasión. Un ejercicio de autocompasión que podemos hacer es:
- Identificar un pensamiento crítico o autocrítico sobre nosotros mismos.
- Reemplazar ese pensamiento con una afirmación positiva y compasiva, como “Soy digno de amor y respeto”.
- Tratar de ser amables y compasivos con nosotros mismos, incluso cuando cometemos errores o fallamos.
4. Desafiar las creencias limitantes
Nuestras creencias limitantes pueden mantenernos atrapados en patrones de comportamiento dañinos y limitar nuestro crecimiento y felicidad en la vida. Desafiar estas creencias es un paso importante en nuestro proceso de sanación emocional. Un ejercicio que podemos hacer para desafiar nuestras creencias limitantes es el ABCDE de Seligman, que implica:
- Identificar el evento activador que desencadena nuestra creencia limitante.
- Identificar la creencia y las consecuencias negativas de tenerla.
- Desafiar la creencia y buscar evidencia que la respalde o la refuta.
- Evaluar cómo nos sentimos después de desafiar la creencia limitante.
- Crear una nueva creencia más realista y útil.
5. Establecer y mantener límites sanos
Establecer y mantener límites sanos es esencial para nuestras relaciones saludables y nuestro bienestar emocional. Aprender a establecer y mantener límites sanos puede ayudarnos a proteger nuestra propia salud y felicidad, así como a construir relaciones más equilibradas y satisfactorias. Un ejercicio para establecer y mantener límites sanos es la técnica de “No JADE” (No Discutas, Argumentes, Defiendas, Expliques) de Terri Cole. Aquí están los pasos que podemos seguir:
- Establecer nuestro límite claramente y sin justificaciones.
- No argumentar ni defender nuestra posición.
- No sentirnos obligados a explicar.
- Ser firmes y consecuentes.
Cuando establecemos un límite, puede ser común sentir culpa, especialmente si estamos acostumbrados a complacer a los demás y poner nuestras necesidades en segundo plano. Para lidiar con la culpa, es importante recordar que establecer límites es un acto de amor propio y autocuidado. Al poner nuestros límites, estamos protegiendo nuestra salud emocional y construyendo relaciones más equilibradas y satisfactorias.
Sección 6: Descubrir nuestras necesidades y expresarlas de forma clara Descubrir nuestras necesidades y expresarlas de forma clara es esencial para nuestras relaciones saludables y nuestro bienestar emocional. Un ejercicio que puede ayudarnos a descubrir y expresar nuestras necesidades de manera clara es la técnica “Me gustaría, necesito, prefiero” de Marshall Rosenberg. Aquí están los pasos que podemos seguir:
- Identificar la situación.
- Identificar nuestros sentimientos.
- Identificar nuestras necesidades.
- Usar “Me gustaría, necesito, prefiero”.
- Escuchar con atención.
6. Trabajar con el niño interior
Trabajar con el niño interior es una técnica que nos ayuda a sanar las heridas emocionales que hemos experimentado en nuestra infancia. Al conectarnos con nuestro niño interior, podemos comprender mejor nuestras necesidades emocionales y aprender a cuidarnos a nosotros mismos de una manera más efectiva. Un ejercicio que podemos hacer para trabajar con nuestro niño interior es:
- Imaginarnos a nosotros mismos como un niño pequeño.
- Reflexionar sobre cómo nos sentimos acerca de ese niño.
- Hablar con ese niño y preguntarle qué necesita o qué le gustaría que hiciéramos por él.
- Brindarle a ese niño la atención y el cuidado que necesita, incluso si es solo en nuestra imaginación.
Trabajar con nuestro niño interior puede ayudarnos a sanar las heridas emocionales y construir relaciones más satisfactorias en nuestra vida adulta.
En conclusión, sanar las heridas emocionales de nuestra infancia y construir relaciones más saludables y satisfactorias puede ser un proceso desafiante, pero esencial para nuestro bienestar emocional. Al utilizar herramientas y técnicas como la atención plena, la autocompasión, el ABCDE, establecer límites sanos, descubrir y expresar nuestras necesidades y trabajar con nuestro niño interior, podemos aprender a sanar y crecer emocionalmente. Si bien estos ejercicios pueden ser difíciles, trabajar en nosotros mismos y nuestras relaciones puede ser una de las cosas más valiosas que podemos hacer para nuestro bienestar y felicidad. Si necesitas ayuda, no dudes en buscar el apoyo de un terapeuta capacitado en salud emocional.